lunes, 5 de noviembre de 2012


Si tuviese que contarle hoy mi vida a alguien,

podría hacerlo de tal manera que me verían como

a una mujer independiente, valiente y feliz.

Nada de eso: Me está prohibido mencionar la

única palabra que es mucho más importante que

los once minutos: AMOR

Durante toda mi vida he entendido el amor como

una especie de esclavitud consentida. Es mentira:

La libertad sólo existe cuando él está presente.

Aquel que se entrega totalmente, que se siente

libre, ama al máximo. Y el que ama al máximo

se siente libre.

Por eso, a pesar de todo lo que pueda vivir,

hacer, descubrir, nada tiene sentido. Espero que

este tiempo pase de prisa, para poder volver a la

búsqueda de mí misma, bajo la forma de un hombre

que me entienda, que no me haga sufrir.


¿Pero qué tonterías estoy diciendo?


En el amor, nadie puede machacar a nadie;

cada uno de nosotros es responsable de lo que siente,

y no podemos culpar al otro por eso.
Me sentí herida cuando perdí a los hombres de los que me enamoré.

Hoy, estoy convencida de que nadie pierde a nadie,

porque nadie posee a nadie.
Ésa es la verdadera experiencia de la libertad:

Tener lo más importante del mundo sin poseerlo.


Once minutos

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